Según la mitología china, hace más de 3.000 años un caballo, un asno, un buey y un ciervo prometieron hacer justicia a los desmanes del emperador chino Zhou, creando una criatura que combinara las mejores virtudes de estos cuatro animales. Los chinos lo llaman Milú, que significa “Ninguno de los cuatro”. Este fue montado por un héroe chino que según cuentan las leyendas, consiguió la victoria para destronar al tirano. Tras esta batalla, el ser adoptó la forma de animal salvaje y cubrió la zona central y este de China.
Este endemismo chino de hocico largo, cuernos raros y extraña forma, pertenece a la especie Elaphurus davidianus. Se trata de un cérvido que vive en grandes manadas que pasan el día en zonas de humedales alimentándose de plantas acuáticas y raíces. De cabeza larga y delgada como el caballo, posee pezuñas grandes para pisar en suelo blando y húmedo como los bueyes. El cuerpo tiene forma de asno y los cuernos, más bien pensaríamos que están puestos del revés. Durante siglos la tradición china, y en especial la de los emperadores y su corte, fue la de comer este animal por sus propiedades “divinas”. Este hecho hizo que poco a poco, la población fuera disminuyendo, hasta quedar una única manada a mediados del siglo XIX. El último reducto de la especie vivía en semilibertad en los jardines reales chinos del palacio del emperador. Fue entonces cuando un estudioso nacido en el País Vasco francés, el Padre Armand David (Jean Pierre Armand David), oyó hablar de esta criatura y quiso verla personalmente. Persuadió a los guardianes de que le dieran algunos ejemplares y esqueletos de un macho adulto, una hembra adulta y un macho joven, y los envió a París en 1866, donde la especie fue nombrada ciervo del Padre David por Milne-Edwards. Al final el emperador accedió a mandar también algunos ejemplares vivos para centros zoológicos europeos y colecciones privadas.
Aún quedaban algunas desgracias para esta especie, y es que en 1895, la pared circundante de los jardines reales fue destruida por una fuerte inundación del río Yongding, y la mayoría de los venados del Padre David escaparon y fueron cazados por la población de los alrededores. Solo 20-30 animales sobrevivieron en el jardín. Luego, en 1900, durante la Rebelión de los Bóxers, el jardín fue ocupado por tropas y los ciervos restantes fueron fusilados y comidos. ¿Significó este el final de la especie? No. Hemos de recordar aquellos pocos individuos que habían sido dados por el emperador a zoológicos y colecciones privadas. Bélgica, Francia, Alemania, y en especial, Reino Unido, habían conseguido mantener y reproducir con éxito esta especie en cautividad. Aunque su número apenas llegaba a la veintena. Estos últimos ejemplares fueron reunidos en una única manda a principios del siglo XX por el undécimo Conde de Bedford. A pesar del reducido número, esta manada consiguió comenzar a dar resultados positivos, y a mediados del siglo XX algunos individuos volvieron al zoológico de Beijing, más de medio siglo después de su desaparición.
Desde su llegada a China, se puso en marcha un plan de reintroducción en reservas acotadas y vigiladas, para conseguir un stock genético y poblacional. Así, con las primeras sueltas a finales del siglo XX, y las venideras en este siglo, existen ya más 53 manadas de milúes en China. Además, gracias a escapes de algunos individuos y sueltas de este mismo año, ya existen cuatro poblaciones de forma totalmente silvestre que viven en las provincias de Hubei y Hunan, y se cree que actualmente podríamos estar hablando de que la especie supera el millar de individuos en libertad.
La falta de diversidad genética, es el principal hándicap al que esta especie se enfrenta hoy en día, aunque como hemos visto, la supervivencia es algo que los nuevos milúes, llevan en sus genes. Sin tanto escaparate como pueda ser el Oso panda gigante (Ailuropoda melanoleuca), el Milú ha conseguido sortear la extinción, esta vez gracias a individuos aislados que se encontraban en cautividad.
Os dejamos la última suelta que se ha producido este mes para que podáis comprobar como la naturaleza siempre que puede, se abre camino: